Víctor Hugo, Los Miserables

A los que ignoran, enseñadles todo lo que podáis; la sociedad es culpable de no dar enseñanza gratis: es responsable de la noche que produce. Esta alma está llena de sombras, y allí se comete el pecado. El culpable no es quien ha cometido el pecado, sino aquél que ha hecho la sombra.

Víctor Hugo, Los Miserables

Chateaubriand, Las aventuras del último abencerraje

Aben-Hamet se prosternó, adoró a Blanca más aun que al cielo, y salió sin pronunciar una sola palabra. Esa misma noche partió hacia Málaga, y se embarcó en un navío que debía tocar puerto en Orán. Encontró, acampada cerca de la ciudad, la caravana que cada tres años sale de Marruecos, atraviesa África, llega a Egipto y, en el Yemen, se une a la caravana de La Meca. Aben-Hamet se sumó a los numerosos peregrinos.

Chateaubriand, Las aventuras del último abencerraje

Delacroix y Los Miserables

Qué cercana viene a sernos estos días la novela de Víctor Hugo, gracias al musical basado en su obra, que fue llevado a la gran pantalla hace menos de dos años, consiguiendo un grandísimo éxito. Y es que, ciertamente, es gracias a esta película que muchos jóvenes han decidido y se han animado a leer esta magnífica novela. Víctor Hugo es, sin lugar a dudas, por encima incluso de Alejandro Dumas, el genio francés de la escritura, ya no del romanticismo, sino de la historia de Francia.

Sin embargo, para aquellos perezosos que no se decidan para con este maravilloso libro, la mejor adaptación que de él se ha hecho a la pantalla, en mi opinión, es la mini serie que protagoniza Gérard Depardieu:

Los Miserables fue publicada, sin embargo, treinta años después de los acontecimientos que narra: se enreda en la trama de la novela de Víctor Hugo una verdadera revolución. La Rebelión de Junio del año 1932, en París, en contra de la monarquía instaurada el mes anterior (Luis Felipe de Orleans), es uno de los puntos clave de su novela. Cabe mencionar que este levantamiento no es sino el último eco de la Revolución de 1830:

Tras Napoleón, Luis XVIII subió al poder un breve período de tiempo, manteniéndose, en cierto modo, al margen de la política o a favor de lo que había sido instaurado desde 1789 hasta su llegada al trono. Sin embargo, a su muerte, en 1824, su hermano, Carlos X, intentó restaurar el Antiguo Régimen. Les dio dinero a los nobles expropiados, un hecho que fue todo un insulto para la burguesía que con tanta fuerza había estado luchando contra la nobleza. Lógicamente, todo esto fue haciéndose eco en la prensa, que se llenó de artículos en contra del rey. Carlos X decidió entonces restringir por completo la libertad de expresión, en especial en los periódicos, y suprimió la Cámara de los Diputados. Los días 27, 28 y 29 de Julio de 1830, Las Tres Gloriosas jornadas, las calles de París se llenaron de barricadas…

La Libertad guiando al pueblo

La Libérté guidant le peuple, Eugène Delacoix (1830)

Y sí, ese es el hecho que Delacroix, el mayor exponente de la pintura romántica junto con Géricault, refleja en su magnífico cuadro La Libertad guiando al pueblo. De hecho, este pintor conoció a Víctor Hugo allí donde los jóvenes artistas y pensantes como ellos, Dumas, Balzac, Lamartine, Vigny o Nerval: le Salon de L’Arsenal, en la calle de Notre-Damme-des-Champs. Sin embargo, Delacoix, el señor del sombrero de copa y la escopeta en mano, no participó en las revueltas, pese a ser un revolucionario convencido. Llama la atención también el que se retratase sin el bonete frigio que les distinguía a los insurrectos y que porta Libertad, la clásica figura del centro del cuadro, que portando la bandera francesa, pareciera una Victoria de Samotracia.

Quisieron proclamar la república, pero la oposición temía que se volviera a echar mano de la guillotina. Carlos X no podía volver ya a París, por lo que fue Luis Felipe, duque de Orleans, un noble revolucionario que acabó siendo el último rey de Francia.

Víctor Hugo, en todo ese tiempo, estuvo muy presente en la política francesa y es, de hecho, el escritor más preocupado e involucrado en la historia social de su país, llegando a convertirse en una leyenda antes incluso de morir.

Fotografía del funeral de Víctor Hugo, 1885

Pero… Les Misérables, ¿qui sont’ils? Son aquellos que no luchan, que pudiendo, quedan en las sombras, retorciendo, revolviendo la suciedad de los corazones. Porque la miseria de la que habla Hugo no es material, sino espiritual. Su obra es un reclamo a la pureza del alma, a la inocencia y a la bondad en unos tiempos tan cargados de falsos corazones que se hacen nombrar justicia llegando a ser arrogancia e incomprensión. Es un reclamo para los que sufren. Porque siempre hay una luz que puede ayudar a escapar, una brizna de esperanza que brilla en el horizonte, tan sólo hay que querer verla. Son los hombres, y sus almas, en quien se apoya la ilusión de la política. ¿Que hay, pues, si se es miserable?

A los que ignoran, enseñadles todo lo que podáis; la sociedad es culpable de no dar enseñanza gratis: es responsable de la noche que produce. Esta alma está llena de sombras, y allí se comete el pecado. El culpable no es quien ha cometido el pecado, sino aquél que ha hecho la sombra.

Víctor Hugo, Los Miserables

A continuación, para aquellos que sepáis francés (me temo que no encontrado nada similar en castellano, os pido disculpas), os dejo con un magnífico documental sobre Víctor Hugo, comienza en el segundo minuto del vídeo que tenéis a continuación: